Dios bendito, que mierda de libro, por Dios. No sé con quién estoy más enfadada, con el autor por escribir semejante basura o conmigo por tragármela. Si es que no aprendo.
Y una vez más la culpa la tiene el becario de marketing que escribe la reseña. Porque a ver, tu lees que se trata de un tío que pasea en pelota picada, el día de Navidad, por Boston con una cabeza cortada en las manos y flipas. No sé si flipas más por lo de la cabeza o por el valor que hay que tener para salir en bolas por Boston con el frío que hace en invierno. Pero flipar, flipas. Y claro, te lo lees. Y la cagas.
Si, porque la historia es una serie de disparates en los que se mezcla el amor adolescente y la pseudo psiquiatría con una de las mayores gilipolleces que he tenido la desgracia de leer. Empieza con el muchacho este paseando la cabeza hasta que lógicamente le detienen y lo llevan al manicomio mientras intentan averiguar la identidad de la decapitada y, lo que es más importante, dónde está el resto del cuerpo.
A partir de ahí es complicadísimo entender lo que pasa. No se si al autor le faltó calcio al crecer, comió poco pescado o tomó muchas drogas, pero algo tan retorcido y desconcertante tiene origen patológico, fijo. Si yo fuera su madre me preocuparía. Mucho.
La historia está llena de flashbacks, que me desquician. Empieza con una chicuela adolescente que va con sus padres y su hermana pequeña de vacaciones a Salt Lake. No Salt Lake City, paraíso mormón de Utah, sino un pueblucho de sabediosdonde sin ningún atractivo especial. Y llegan ahí de vacaciones y la moza (Amanda) encuentra un papel viejo con su nombre y la fecha de ese día y un asterisco de 9 puntas dibujado, y claro, se acojona, pero no dice nada a nadie.
Y volvemos con el loco en pelotas al que está entrevistando un loquero super famoso y una experta en perfiles del FBI, pero el loco no dice ni Pamplona y en esas el psiquiatra recibe una caja que contiene...... La cabeza cortada de su hija. Hala, vuelve por otra. Y al hombre se ve que le afecta la cosa porque sale disparado a pegarle al loco hasta en el cielo de la boca. Normal, el pobre hombre ha perdido a su hija y está molesto, porque para colmo su mujer le abandonó al poco tiempo de nacer la niña. El angelico se ha quedado solo en el mundo, que es una cosa muy triste.
Y vuelta para atrás al pueblucho donde pasan cosas cada vez más raras, un flechazo entre Amanda y un tal Jacob (chico encantador pero con pasado atormentado), y de repente asi, sin más explicación, a Amanda la empieza a perseguir medio pueblo sin razón aparente, y ni su nuevo Romeo ni su padre pueden salvarla y desaparece, pero no solo ella, sino también su hermana pequeña, que en principio no la perseguía nadie pero se ve que es una oferta de dos por uno.
Lo siguiente que tenemos es al padre años después, enajenado perdido, viviendo en las montañas como un trampero, decapitando por encargo mozas a diestro y siniestro. Y al tal Jacob buscando a su amada e intentando frenar la vorágine de sangre.
Y otra vez para adelante. El loco, que resulta ser Jacob, encandila a la experta del FBI y la convence para que le suelte y escape con él y le ayude a resolver este follón, para lo cual deben volver a Salt Lake que ahora es un pueblo abandonado (para lo cual el autor no ofrece ninguna explicación). Y alli acaban: Jacob (el loco), la del FBI, el psiquiatra más cabreado que una mona, el padre de Amanda que tiene que cumplir un ultimo encargo y la desaparecida mujer del psiquiatra.
Entre medias pasan un montón de cosas que embrollan cada vez más la trama y me resulta imposible explicar.
Y se desvela el pastel. ¿Estáis listos? Ya os digo yo que no. Resulta que la mujer del psiquiatra que se largó, tiene sueños en los que ve que por culpa de una mujer concreta van a suceder un montón de desgracias y hay que matarla para evitarlas. Y tiene toda una secta a su disposición que se encarga de ello una vez que el padre de Amanda las captura a cambio de, algún día, recuperar a su hija. Pero por error le dijo al padre de Amanda que la siguiente víctima era su propia hija y claro, se la cargaron y al psiquiatra le está costando un poco perdonárselo (que vale que te pires, pero que te cargues a la niña...) Y no se queda ahi la cosa, la del FBI resulta ser la tal Amanda, que la hipnotizaron y la dejaron en un centro de acogida. La chica se hizo del FBI como podria haber hecho corte y confección. Pero de golpe lo recuerda todo, osea que el hipnotizador era un negado y hay un precioso y lacrimógeno reencuentro padre-hija-futuro yerno. Un cuento de hadas.
A la loca que montó este pifostio con los sueños la matan y parece que todos van a vivir felices para siempre, hasta que en la última escena....chanchanchaaaaan una mujer en un convento entrega un papel con un asterisco de nueve puntas, un nombre y una fecha: Jacob.... La pesadilla continúa. Pero ¿quien es la misteriosa mujer? Pues nada menos que Carla, la desaparecida hermana menor de Amanda que por supuesto nadie sabe donde ha estado todo este tiempo, ni si la han entrenado para esto o ya venía loca de casa.
Lo mejor de todo. ¡Hay segunda parte del libro! Que malas son las drogas