Pero en mi mundo no hay sitio para cobardes, esperé a tener una tarde tranquila y me lancé al ataque. Y me encantó, oye, lo que son las cosas. La prosa era dinámica, los diálogos inteligentes, los personajes creíbles, la trama, sin ser un thriller, te absorbía hasta el punto de que más de una noche me quedé leyendo hasta la madrugada.
La historia la narra un secretario de juzgado, que al jubilarse decide escribir un libro sobre el caso más raro y enrevesado de su carrera, entremezclado con pinceladas de los años más oscuros de la historia de Argentina y salpicado con su historia de amor platónico con una compañera jueza, a cuyos ojos alude el título. El asesinato de una joven recién casada, la relación con el marido viudo, empleado de banca (como si no fuera esa suficiente desgracia), el asesino, y el resto de compañeros del juzgado, conforman una novela muy coherente, entretenida, con un final sorprendente.
En definitiva, un argentino que rompe moldes y al que merece la pena leer. Pero que él no se entere, tienen una tendencia espantosa a creerse Dios al menor atisbo de halago, y lo de tener un Papa argentino, francamente no ayuda.
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