Y no exagero, el libro constituye un tratado de moda, masculina y femenina, de los pasajeros de primera y segunda, además de la tripulación. Una guía de la organización de un crucero, con horarios de comidas, menús, entretenimiento y etiqueta. Un censo de pasajeros y personal, incluyendo nombre, edad, lugar de procedencia, educación, ocupación y motivo del viaje. Sin embargo el autor está preocupado, no le parece suficiente, teme dejar lagunas en la información, por eso hace una descripción detallada de las fotos y videos existentes sobre el Lusitania en el momento de zarpar. De este modo, nos ventilamos el 60% del libro y el barco ni siquiera ha salido del puerto de Nueva York.
Para darnos un descanso de tanto detalle, el Sr. Larsen alterna capítulos sobre el Lusitania, con otros igualmente descriptivos sobre el submarino U20 que lo hundió, su personal, sus hazañas previas, la ruta... Aquí la moda y la crónica social la cambiamos por un tratado minucioso sobre torpedos y armamento submarinos. Si junto las exhaustivas explicaciones sobre las maniobras de inmersión con lo que Pérez Reverte me enseñó de navegación en "La carta Esférica" creo poder optar sin dudarlo a un alto puesto en la Comandancia de Marina.
La tercera pata en la que se apoya el libro es la labor de espionaje a cargo de los británicos, a los que no deja precisamente en buen lugar, ya que son conocedores desde el principio de los paseos que los submarinos alemanes se pegan por sus costas gracias al libro de claves de los alemanes. Por lo que no se explica que no le dieran la menor importancia a la infinidad de indicios de peligro para el Lusitania. No se, le podrían haber dado una pista al capitán, un aviso en plan Gila: "a alguien quieren hundirlo... alguien va a cenar con los peces..." , que les costaba, hombre.
Finalmente el amigo Erik destina gran parte de sus esfuerzos a dejar patente que el presidente Wilson no es más que un vejete romanticón y debilucho más preocupado en ligarse a una tal Edith que de la guerra que asola Europa y la provocación constante de los submarinos alemanes.
Bueno, quedan 150 páginas y ya entramos en materia, un torpedo bien encajado y tenemos la escena final de Titanic sin el sinsorgo de Leonardo di Caprio. Esa parte se la ventila el autor con relativa rapidez. Necesita espacio para explayarse con el recuento de supervivientes, de fallecidos, la descripción minuciosa de los cadáveres recuperados, las autopsias, etc. Precioso, un verdadero libro de poemas.
Y ya está, quinientas y pico páginas, agotadoras y exhaustivas que dejan seco al autor y al lector.
Una única anotación, en la traducción al español del título se implica que el hundimiento del Lusitania fue la causa de que Estados Unidos entrara en la guerra. No es cierto, transcurrieron dos años entre el hundimiento y la declaración de guerra, y por muy atontado que estuviera Wilson no habría dejado transcurrir tanto tiempo si esa hubiera sido la causa. El desencadenante fue el Telegrama Zimmerman, intentando involucrar a Mexico en la guerra. Pero eso es otro libro, preferentemente de otro autor.
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